¿Para qué?

Nos das el pan, la paz y la palabra.
Nos das la vida, el horizonte,
y el sentido.
Te nos das entero,
no para que te apresemos
entre las tapas de un cuaderno,
convertido en memoria íntima y exclusiva,
ni para engrandecernos,
saciando nuestro anhelo
de hondura y trascendencia.
No para dar motivo a nuestras causas
y música a nuestro paso por la tierra.
Que todo eso sirve, sí.
Pero no basta.
Mientras haya un hogar sin pan,
habremos de partirnos, a tu modo.
Mientras falte la paz en un rincón,
tendamos las manos abiertas.
Mientras alguien te ignore,
seamos eco de tu Voz.
Hay que regalarse en vida,
ofrecer el horizonte,
apuntar a tu reino,
gritar tu nombre.
No por deber o deuda.
Por amor.
Que el amor, cuando se encuentra,
se comparte
Y la fe, cuando se vive,
se contagia.

(José María Rodríguez Olaizola, SJ)